Mucho se ha escrito sobre Las chicas (Anagrama, 2016), la polémica primera novela de la joven escritora estadounidense Emma Cline. Novela que ha irrumpido en la escena literaria con un estallido: una demanda por parte de su ex-novio que la acusa de instalar software de espionaje en su computadora y monitorear obsesivamente sus comunicaciones y las de dos de sus amigas por tres años; un contrato por 2 millones de dólares por parte de Penguin Random House (quien tuvo que superar a 11 competidores en la subasta por los derechos); premios, reconocimientos y ahora un contrato para convertir la historia en película.
Las chicas está basada vagamente en la Familia Manson, la comuna que se formó a finales de la década de los sesenta en San Francisco y que dejó su marca en la historia con la infamia de sus asesinatos brutales.
Evie Boyd, la protagonista de la novela, reflexiona sobre los hechos que cambiaron su lugar en el mundo para siempre. Evie recuerda la primera vez que vio a Suzanne, cuando tenía apenas 14 años y la atracción inmediata que sintió por su carácter desafiante, espíritu libre y movimientos casi salvajes. Esta atracción lleva a Evie a romper con la lógica que hasta ese momento había regido su vida suburbana. Casi inmediatamente está dispuesta a cometer pequeños actos vandálicos que rompen con las reglas sociales del mundo en el que ella y su familia habían vivido hasta entonces. Poco a poco va ganándose su lugar dentro de esta familia alternativa en el que las mujeres, a pesar de girar en torno a un gurú espiritual que las hipnotiza con su discurso de libertad, placer y drogas, son el verdadero centro de poder.
Emma Cline capta de manera magistral la forma sutil en la que las mujeres somos capaces de vernos unas a las otras, reconocernos y transformarnos a partir de esta mirada, e incluso cómo somos capaces de ir en contra de nuestros mejores intereses con tal de satisfacer necesidades emocionales, propias o ajenas. Emma Cline reconoce un deseo pulsante, con todo su poder en potencia, que en cualquier momento puede salirse de control y ponernos en una situación altamente peligrosa. Pero también reconoce que el mundo representa, en sí mismo, un riesgo para una niña/mujer que a los 14 años vive irremediablemente al límite.
A pesar del escándalo e intriga alrededor de la figura de Emma Cline, la voz de la joven escritora es feroz. Consciente de su poder y peligrosidad, una primera novela con esta intensidad es poco común en el panorama literario. Estamos frente a alguien que, al parecer, está dispuesta a darlo todo, cueste lo que cueste y caiga quien caiga. Si nos reconocemos en ella o en su personaje principal, es porque ambas figuras comprenden los mecanismos de la educación sentimental que las mujeres recibimos y que nos convierten en un arma de doble filo.
Este texto se publico originalmente en La Pluma Abominable
Foto por Isabel Magowan para The New Yorker